Fotografía: Mara Aguilar
Las emociones están en cada un@ de nosotr@s, somos seres emocionales. En la medida en la que nos permitimos mirarlas de frente podemos aprender de ellas y ser un poquito más libres.
Nuestro SER, nuestro ESTAR, está mediatizado por nuestras emociones, se podría decir que son ellas las que nos dirigen, las que van determinando nuestro comportamiento.
Dicho así pareciera como que nos esclavizan y no es una idea muy descabellada, puesto que es a medida que las conocemos, que nos atrevemos a abrazarlas, cuando vamos siendo más libres, soltando peso, aligerando nuestro equipaje.
No hay emociones buenas o malas, repito: LAS EMOCIONES NO SON BUENAS O MALAS. Todas están PARA algo, de ahí que ante la presencia de alguna de ellas la pregunta sea ¿PARA QUÉ ME SIENTO….?.
En no pocas ocasiones, ante cualquier emoción, solemos tener un montón de explicaciones y si nos paramos un poco, nos daremos cuenta que responden, en su mayoría, a los “por qué”: “Me siento triste porque mi pareja me dejó”, “Tengo miedo porque no sé lo que va a ocurrir con mi trabajo” o, quizás, “Estoy enfadadísima porque mi jefa me trató mal”.
Por supuesto, los “por qué” nos dan información pero ¿no creéis que demasiado acotada?. Si nos atrevemos a probar con el “para qué” las opciones se amplían y un universo de información (que no veíamos) se nos pone de frente para ayudarnos a transitar el momento que vivimos:
“Me siento triste porque mi pareja me dejo y está bien así”. He perdido a alguien que me importaba y la tristeza me ayuda a darme cuenta que lo echo de menos o que no, me sirve para tomar decisiones y adaptarme a mi nueva realidad, para mirarme y mimarme, tomar conciencia de mí misma, de mi situación.
“Tengo miedo porque no sé lo que va a ocurrir con mi trabajo, tener miedo me pone en alerta”. Tener miedo nos ha salvado en numerosas ocasiones, si no lo sintiéramos nuestra capacidad de reacción se vería muy afectada y estaríamos expuestos a continuos peligros, no se puede no tener miedo (sí, creer que no lo sentimos). Tenemos miedo para poder regular los pasos a seguir en la situación concreta (ir buscando otras opciones de trabajo, hablar con mi empresa, etc.).
“Estoy enfadadísima porque mi jefa me trató mal, ¿le puse límites?”. Es claro que me enfado para protegerme, para defenderme, para darme cuenta que tengo que aprender a poner límites, diferenciar lo mío de lo del resto.
Cómo gestionarlas es “el gran asunto” y nos podría dar para muuuuchas líneas que intentaré ir tejiendo cuando os las vaya presentando.
Un pelín de información…
Paul Ekman, psicólogo y pionero en el estudio de las emociones, realizó en 1972 una primera clasificación de emociones básicas que consideraba universales, entre las que incluyó: la tristeza, la felicidad, la sorpresa, el asco, el miedo y la ira, añadiendo en 1990 el desprecio.
En 1995, Daniel Goleman, psicólogo, teniendo en cuenta principalmente entornos familiares, consideraría: la tristeza, el miedo, la felicidad, la sorpresa, la ira, y la aversión.
¿Te habías planteado alguna vez que más del 70% de lo que comunicamos cada día es no verbal?. Curioso ¿verdad?… sí , sí, ten cuidado, nuestro cuerpo, nuestra cara, tienen “voz” propia.
Os presento la casa donde se alojan todas y cada una de las emociones con un poema de Rumi, poeta sufí del siglo XIII.
CASA DE HUÉSPEDES. Rumi
El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada mañana un nuevo recién llegado.
Una alegría, una tristeza, una maldad
cierta conciencia momentánea llega
como un visitante inesperado.
¡Dales la bienvenida y recíbelos a todos!
Incluso si fueran una muchedumbre de lamentos,
que vacían tu casa con violencia
aun así, trata a cada huésped con honor
puede estar creándote el espacio
para un nuevo deleite.
Al pensamiento oscuro, a la vergüenza, a la malicia,
recíbelos en la puerta riendo
e invítalos a entrar.
Sé agradecido con quien quiera que venga
Porque cada uno ha sido enviado
Como un guía del más allá.