
De nada sirve tener mil y una herramientas si no desarrollas y abonas la sensibilidad parental adecuada.
Hablar de SENSIBILIDAD no es ser ñoña, no enfadarse o vivir en un “mundo rosa” donde las personas no tienen dificultades y todo se resuelva desde la armonía más pura. ¡Dejemos de vincular la sensibilidad con la debilidad o las emociones consideradas “positivas”!
La sensibilidad parental, como bien dice Íñigo Martinez de Mandojana, tiene que ver con la presencia (¿realmente estoy disponible y accesible para ell@s?), con cómo percibo su necesidad (¿se interpretar las señales?), con la atribución que hago al respecto (¿qué está sintiendo mi hijo?, ¿realmente identifico su emoción?) y con mi respuesta (¿realmente le ayudo o simplemente reacciono -no siempre de manera adecuada-?); mantener esta competencia será lo que realmente aporte la consistencia necesaria (coherencia, estabilidad). Y esto es un complicado y auténtico reto.
A veces pienso que seguimos haciendo lo mismo, pero ahora le llamamos de manera diferente. Por ejemplo, el castigo, en todas sus formas, supone una vulneración de derechos para niños y niñas, pero… ¡ojo!, no seré yo quien diga a los cuidadores que no lo utilicen; no es tan sencillo. Pondré todo el esfuerzo para ser capaz de acompañarlos hasta que puedan alcanzar su propio descubrimiento.
Llegar a no tener el castigo entre nuestras herramientas no es algo que se consigue porque alguien te lo ordena, o porque, de manera errónea, muchas personas ahora le llamen “consecuencias” (mientras siguen haciendo igual que antes)… es un pelín más complicado.
Claro que, a estas alturas, todas sabemos que un insulto, una amenaza o un cachete tienen consecuencias nefastas en nuestros chicos y que, como poco, a corto plazo pueden causar malestar, dolor, tristeza, miedo; a medio y largo, además de las consecuencias directas en nuestros hijos, estaremos contribuyendo a legitimar el uso de la violencia de generación en generación.
Pero, vamos por partes.
La parentalidad conlleva buenas dosis de disciplina y afecto. La disciplina no es rigidez, no es seriedad, no es dos más dos cuatro, no es “porque lo digo yo”, no es un “ordeno, mando y obedeces” y por supuesto, no es “un cachete para que aprendas”; Cuando le ponemos el apellido, Positiva, no estamos refiriéndonos a “dejar hacer”, no enfadarnos, eliminar límites, permitir o mirar hacia otro lado ante la dificultad y reír continuamente. De ahí que integrarla, sea el paso previo para empezar a considerar las herramientas que nos aporta porque ¿de qué sirven las herramientas si no sabemos utilizarlas?, ¿si no conocemos a quienes van dirigidas?, ¿si no tenemos en cuenta el contexto donde las pondremos en práctica?
Un buen carpintero no lo es por tener las mejores herramientas (eso ayuda, claro que sí y, de nada sirven si no es habilidoso o nunca se empeñó en sacarle el mejor partido); para una jardinera cultivar las mejores especies no sería posible sin una gran dosis de paciencia, podría sembrar y sembrar pero si no abona, mima y cuida cada planta, de poco le serviría; imaginaos ahora una doctora, una abogada o un cocinero; a todas estas personas se les presupone una formación exquisita ¿verdad?; la realidad, de nada sirve si no tienen en cuenta a quienes van dirigidas sus acciones (sus pacientes, sus clientes). Imaginad por un momento que el maravilloso cocinero tiene un encargo para una cena familiar. Prepara todo con esmero, ha aprendido a utilizar las mejores herramientas, cuenta con los mejores ingredientes, ¡el asado le ha quedado de cine! y se muestra orgulloso del resultado. Cuando todo está listo, la familia acude al encuentro y… ¡zas, es una familia vegana! Sus exquisitos manjares estarían perfectos para otra familia, pero no para esta; en este caso, sus herramientas, su conocimiento, su saber, no le ha servido de mucho 😞.
Educar con y desde una parentalidad positiva, desde una parentalidad competente pasa por conocer, por entender, por querer “hacerlo mejor”, por SENTIR. Palabras como Conexión y Pertenencia, dejan de tener sentido si las mal utilizamos (y ocurre a menudo).
La conexión es bastante más que un “enlace, atadura, trabazón, concatenación de una cosa con otra” – que dice la RAE. Hablar de conexión con nuestros hijos e hijas, con las chicas y chicos a los que acompañamos, con sus mamás y papás, es más que el mero conocimiento sobre sus gustos, aficiones o saber lo que les entristece o les da alegría. Conectar es poder sintonizar con el estado emocional del otro, tener la capacidad de atender los estados fisiológicos y también los emocionales y afectivos y, desde ahí, dar respuestas acordes a sus necesidades, acompañar sin juicio, tan solo con la convicción de poder y querer hacerlo tal y como necesitan, no como nosotros interpretamos o creemos o, lo que es peor, repitiendo patrones propios que, a sabiendas que no nos sirvieron quizás sí (a nosotras), seguimos poniendo en marcha una y otra vez.
La pertenencia según la RAE sería el “hecho o circunstancia de formar parte de un conjunto, como una clase, un grupo, una comunidad, una institución, etc.” Para mí, pertenecer es bastante más que “formar parte”. Pertenecer es ocupar un lugar seguro entre los tuyos, donde se es tenida en cuenta “por lo que soy” y “por lo que hago” y, en este “ser y hacer” caben todas y cada una de las emociones, cada estado de ánimo (ira, asco, alegría, tristeza, sorpresa, etc.). Pertenezco cuando logras diferenciarme de mi comportamiento “Yo no soy mi comportamiento”. Pertenezco cuando cualquier tema es un “buen tema”, cuando sintonizas con mi rabia y también con mi alegría, cuando los errores son oportunidades de aprendizaje. Pertenezco cuando siento que, de manera incondicional, siempre me tienes en cuenta.
Extinguir formas de educar maltratantes se consigue desde una toma de conciencia profunda en la que la conexión y la pertenencia tienen un lugar destacado, junto a otros aspectos como el respeto, la responsabilidad, la amabilidad y la firmeza, entre otros.
Y de ahí que a mí me guste decir esto de que no es lo mismo el amor que el AMOR. En parentalidad se ve bastante claro.
De manera general escuchamos esto de “mis hijos son lo primero”, “mi hija es lo que más quiero en este mundo” o como decía aquella famosa “Yo por mis hijos mato”😱 ; es común la proclama del amor a los hijos e hijas incluso en los casos en los que se les provocan enormes daños “te pego para que aprendas, porque te quiero” o “si no es así no aprenderás a obedecer”😨 . ¿Hay amor aquí?, posiblemente sí, es la cualidad del amor la que habría que revisar. A veces entendemos el amor como una cobertura exclusivamente física (“No le falta de nada, tiene todo lo que necesita”), otras lo encasillamos en ciertas etiquetas (vinculadas al amor “per se”, a la rigidez, etc.) y casi siempre, lo damos por hecho. Nada más lejos de la realidad.
¿Cuántas personas conocéis que piensan que el castigo funciona? Muchas, millones ¿verdad? Yo también, jamás diré que el castigo no funciona porque lo hace: detiene al segundo aquello que consideramos “malo”. Otra cosa es que podamos/queramos pararnos un poco más porque ¿qué consecuencias tiene a medio y largo plazo?, ¿y si eliminamos puntualmente una mala acción a costa de crear resentimiento, revancha, rebeldía o quizás retraimiento?, ¿por qué seguimos pensando que no pasa nada cuando de manera habitual les hacemos sentir mal?, ¿cuál es el precio que pagamos, que pagan?…
En los últimos tiempos, cada vez más familias creen que el castigo a medio/largo plazo es negativo y optan por las CONSECUENCIAS y ¿realmente entendemos las diferencias?; ni una, ni dos, ni tres veces he escuchado eso de “como no ha hecho tal cosa le he puesto una consecuencia”🤔. ¿No será que simplemente hemos cambiado el término sin saber qué es realmente, qué conlleva, cuáles son las diferencias entre castigo y consecuencias?, ¿las consecuencias se ponen? La CONSECUENCIA tiene relación directa con el comportamiento, busca el aprendizaje y la reparación del error y tiene en cuenta las emociones del niño o niña; el objetivo: mostrar la conducta adecuada. (Puedes leer más al respecto en mi blog https://evacarballar.com/2021/03/31/educar-evitando-premios-y-castigos/).
Por tanto, no hay magia, no hay hechizos, ni terapeutas visionarias; es tan sencillo y tan complicado como poder llegar a EMPATIZAR; a veces, para conseguirlo tenemos que ser capaces de algo más que ponernos en su lugar (esto por si solo no será suficiente); empeñémonos en conectar lo racional con lo emocional; recuerda que tú eres un buen espejo; aprende a dialogar, negociar, orientar y sobre todo a ESCUCHAR; ante una decisión, aprende a ser firme, los límites y las normas no solo son necesarias sino que además aportan seguridad y desarrollan la autonomía; y recuerda que el error es una gran fuente de aprendizaje, permite que se equivoquen y busquen sus propias estrategias de reparación.
Aunque ahora te parezca increíble, permítete pensar que, en bastantes ocasiones, cuando un niño se “porta mal”, tan solo está buscando tu presencia.
Aprender a escuchar y a acompañar sigue siendo el gran reto en la crianza. No olvidemos que, por suerte, nunca dejamos de aprender.
BIBLIOGRAFÍA
- BAITA, S. (2015). Rompecabezas. Buenos Aires.
- MARTINEZ DE MANDOJANA, I. (2021). Pero a tu lado. De la parentalidad positiva a la crianza terapéutica. El Hilo Ediciones. Madrid
- SIEGEL, D. (2015). Tormenta cerebral. El poder y el propósito del cerebro adolescente. Alba Editorial. Barcelona (9ªEd. 2019).
* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.