El/la guía, un rol importante en la Educación Respetuosa💜

Muchas veces, por mi profesión, he tenido que responder a la pregunta “¿y tú tienes hij@s?, ¿Cómo lo haces en casa?” o “claro, así no tendrás dificultades”… lo que unido a “¿Y el padre?, lo tenéis más fácil”. Y claro, no puedo negar que nuestras profesiones nos han despertado la curiosidad, las ganas de hacerlo mejor y ayudado a profundizar en las formas de relacionarnos con nuestros hijos, de educar, de respetar lo que creemos. Ahora bien, ¿Cuántas familias conocemos que, con las mismas profesiones, educan de manera totalmente diferente?. Nuestra forma de educar viene de la mano de un atrevernos; atrevernos a romper viejos esquemas que no respetaban lo que sentíamos, atrevernos a poner en duda los conceptos de “autoridad” o “poder” de los que partíamos, atrevernos a creer en nuestros hijos como personas únicas e irrepetibles. Y lo más importante, atrevernos a trabajarnos a nosotr@s mism@s, a tomar conciencia de nuestros introyectos, a mirar nuestras debilidades, nuestras sombras y estar siempre dispuestos a abrazarlas hasta sacarlas a la luz y tenerlas en cuenta, abrazarlas, como digo yo.

¿De dónde sacamos la loca idea de que para hacer que los niños se porten mejor, primero debemos hacerlos sentirse peor?”, J. Nelsen

Tengo dos hijos y aunque nuestra forma de educar-nos ha contado con un cimiento firme, la individualidad de cada uno de ellos, conlleva irremediablemente tenerles en cuenta como personas únicas e irrepetibles, sin perder nunca de vista nuestros pilares: firmeza, amabilidad y respeto. Sin lugar a dudas, esto nos lleva a dar un lugar privilegiado a la autoridad (que no al autoritarismo), la asertividad y la empatía, tan necesarias en la educación familiar.

Durante años indagaba, buscaba, caminaba por senderos que, sin ponerle nombre, me fueron llegando a un mismo lugar: la educación positiva, la Disciplina Positiva. Me acerqué a autoras y autores como Alfred Adler y Rudolf Dreikurs. Inicié un trabajo personal profundo desde dónde poder entender, desterrar o abrazar todos esos miedos e inseguridades y fui, poco a poco dando formas básicas a lo que para mí significaba educar. A partir de ahí, el proceso se abrió y con más o menos dificultades ponía en juego nuevas habilidades que fueron convirtiéndose en mi estilo educativo, nuestro estilo y el estilo que intento trasmitir a cada familia con la que trabajo en mi día a día.

Cobra importancia recordar que todas las relaciones son recíprocas y la relación madre/padre – hijo/a no iba a ser menos. Ser guías de nuestros hijos e hijas nos convierte automáticamente en continuos aprendices; saber reconocer las emociones propias y las de nuestros/as hijos/as, regularlas (sin anularlas) y expresarlas les irá acercando a un desarrollo emocional sano y en continuo crecimiento.

En mis intentos de trasmisión clara, he intentado muchas formas y la que, sin duda, creo más sencilla es mostrar mis pilares básicos:

Conexión. Ayudar a mis hijos a tener un sentimiento de pertenencia e importancia desde la confianza y la proximidad, lo que implica un enorme ejercicio de empatía que prioriza lo que al ellos le pasa y desde ahí podemos adentrarnos en sus comportamiento, en sus formas de resolver, en su manera de ver el mundo.

Amabilidad y firmeza. Ambas importantísimas para mostrar respeto tanto a nosotr@s mismos como a nuestros hijos (eliminamos la permisividad).

Nos centramos en las soluciones, no en el castigo. Creo en una educación no punitiva, centrada en la resolución de dificultades a medio plazo (eliminamos el castigo). A corto plazo, el castigo funciona: detiene rápidamente la conducta; a largo plazo fomentan una o las cuatro “R” (resentimiento, revancha, rebeldía, retraimiento).

Responsabilidad. No ponemos el foco en “la culpa” sino en la responsabilidad y las posibles soluciones de aquellos comportamientos que queremos cambiar porque dañan a un@ mism@ o a los demás.

Respeto Mutuo. Por un@ mism@ y la situación (firmeza); por las necesidades de nuestros hijos y otr@s (cariño).

Autocontrol. Enfocarnos en sentir antes de responder nos ayuda a tomar decisiones más meditadas y respetuosas y sirve de claro ejemplo a nuestros hijos. Utilizar un “tiempo fuera positivo” nos ayuda a encauzar mejores soluciones.

Error como oportunidad para aprender. Recuperarse de los errores pasa por: reconocer, reconciliar y resolver (a veces de manera conjunta).

Animar. Tú puedes conseguirlo.

Trasmitimos el mensaje de amor.

A partir de aquí, toca poner en práctica, experimentar, atreverse…

Referencias: 

BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Barcelona: Gedisa

NELSEN, J (2001). Disciplina Positiva (2ª Ed 2006). México: Ruz

RAMIREZ, S. (2015). Crianza con apego. De la teoría a la práctica. Editado por Amazon

RAMIREZ, S (2016). Sin gritos ni castigos. Educando para la autodisciplina. Editado por Amazon

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