
Patri entró cabizbaja apenas podía tirar de ella y, sin embargo, me sonreía. Era un momento complicado para ella, yo lo sabía y ella sabía que así era pero había aprendido que no debía mostrarse, hacerlo le suponía tener que dar explicaciones que no todas entenderían.
– “Hoy no es un buen día ¿verdad Patri?”
Una sola frase, un vago reconocimiento y sus ojos comenzaron a inundarse de lágrimas. Me contó como había vuelto a discutir con sus padres e incluso llegó a insultarles a levantarles la mano y a gritarles que la dejasen en paz. Tenía esa sensación de incomprensión tan difícil de explicar y a la vez tan sencilla de padecer. Sus quince años habían llegado cargados de incertidumbre y aunque ella pretendía hacer ver que todo estaba controlado, no era así. Su grupo de amigas y amigos habían decidido ignorarla y en este momento de su vida, solo encontró sitio para esconderse tras su rabia, casi siempre dirigida hacia el mismo lugar, sus padres.
Mateo acababa de perder su empleo, un trabajo que le apasionaba, en el que comenzó su vida laboral y en los últimos tiempos también llenó su vida social; llevaba meses sabiendo que su contrato tenía un fin y aunque intentó convencerse a sí mismo de que “se cierra una puerta y se abre una ventana”, lo cierto era que él solo veía la puerta y para intentar abrirla llenaba sus días de haceres que le agotaban, no quería pensar.
Una separación afectiva, como la de Patri, la perdida de un empleo, como la de Mateo, algo que te aleja de tus sueños e incluso a veces sin motivo aparente, puede dar paso a la TRISTEZA.
La tristeza suele ir acompañada y a veces disfrazada; Patri, en ocasiones, la disfrazaba con una sonrisa y, en otras, con enfado. Mateo la intentaba atravesar sobre ocupándose y perdía la noción del tiempo e incluso del espacio.
Lo cierto es que a veces cuesta mirar la tristeza, sobre todo cuando no hay una causa concreta sino un cúmulo de pequeñas cosas que fuimos dejando pasar y ahora emergen juntas.
Siempre digo que la tristeza comienza a transitarse llorando y no todas nos lo permitimos. Llorar humaniza y limpia, libera y calma.
¿No os ha pasado alguna vez sentiros tremendamente tristes, llorando y pasar a la risa?, no, no no solo te pasó a ti, suele pasar cuando llegas a lo más profundo de la emoción.
La tristeza y concretamente el llanto no es debilidad muy al contrario denota madurez y me alegra saber que cada vez educamos menos en eso de “los hombres no lloran”. El hombre como la mujer siente las emociones, la diferencia está en lo que la sociedad, por siglos, nos fue imponiendo.
Y como en todas las emociones, cuando se anclan y cuesta salir de ellas, te dominan y no puedes atravesarlas, la cosa se complica; la tristeza puede dar paso a la melancolía e incluso a la depresión y desde ahí solo se ve lo que nos falta.
Lo más complicado de acompañar la tristeza es que hay que sentirla, sin juzgarla y si algo nos cuesta a las personas es no juzgar.
¿Y qué hay de los niños y las niñas?
Sí, también la sienten y es necesaria. La dificultad es que solemos pensar en la tristeza como una emoción negativa (ninguna emoción lo es); como el resto de emociones, cumple una función adaptativa y aprender a sentirla, a manejarla, nos facilitará el camino, nos mostrará la posibilidad de repensar para integrar, nos permitirá pedir ayuda. La clave: NO REPRIMIRLA.
Seguro que todas conocéis a Bucay, este relato me parece precioso para describirla y, si os apetece, podéis acompañar la lectura con la música extraordinaria de Armand Amar.
LA TRISTEZA Y LA FURIA
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta…
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez… un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente…
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua…
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró…
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza…
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza.
BIBLIOGRAFÍA
- BIZKARRA, K. (2008): Encrucijada emocional. Bilbao: Desclèe de Brouwer
- BUCAY, J. 26 Cuentos para Pensar. Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era Rosario – Argentina. Adherida al Directorio Promineo. FWD: http://www.promineo.gq.nu
- OAKLANDER, V. (2006). El tesoro escondido. La vida interior de niños y adolescentes. Santiago de Chile: Cuatro Vientos
* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.