Cuando menos lo esperas, sucede algo que atrae con fuerza tus fantasmas.

Cuando menos lo esperas, sucede algo que atrae con fuerza tus fantasmas.

Cuesta mirarlos… son tan grandes y parecen tan fuertes… yo estoy aprendiendo a convivir con ellos y quería contarte cómo lo voy haciendo porque quizás te sirva (o no) en algún momento ¿quieres?.

Llamo “fantasmas”, “monstruos”, a aquello que  ronda mi mente hasta angustiarme, provocarme miedo, malestar, inmovilismo (o a veces hiperactividad). Suelen aparecer a mi lado ante situaciones que no consigo resolver o cuando por alguna circunstancia me toca manejarme con emociones difíciles para mí que acuden, normalmente, cargadas de incertidumbre y sentimientos de impotencia y dolor.

Una de mis claves para poder convivir con mis fantasmas es conocer su alimentación, su dieta.

Tus fantasmas son tuyos, tanto como los míos son míos, son incapaces de subsistir sin alguien que los alimente y de ahí que si restringes ciertos hábitos decrezcan, pero cuidado, casi sin darte cuenta puedes engordarlos a un ritmo desorbitado. Aprender que su alimentación depende principalmente de ti y que, si vas cambiándoles la dieta, no solo dejan de crecer, sino que se van haciendo pequeños, fue para mi básico. 

Te cuento un secreto: con mis fantasmas descubrí que mientras más “pensamientos ruido” (que llamo yo a la rumiación y al disco rayado en que a veces se convierte mi cabeza) les ofrecía más crecían ellos y más se alejaban de mí mis “emociones luz” (aquellas que consiguen acompañarme hacia la calma, la compasión, la alegría o la esperanza, entre otras muchas). Mis pensamientos ruido son para mis fantasmas como los azúcares añadidos: en exceso, provocan sobrepeso y redondean sus formas haciéndolas gigantes e imposibles de abarcar. Si me despisto, alteran mi comportamiento y maceran mi miedo (incluso pueden provocarme ansiedad y llevarme al borde de la depresión, en casos más extremos).

En mi caso, estar atenta me hace detectar los primeros síntomas. Me explico, sé que estoy alimentando mal a mis fantasmas cuando me doy cuenta de que tengo dificultades para concentrarme, que me cuesta ponerme a escribir (que me encanta y forma parte de mi autocuidado), que invalido partes de mí que suelo reconocer en otros momentos, en definitiva, me doy cuenta de que mis habilidades e incluso mis capacidades se alteran y es entonces cuando pongo toda mi energía en cambiar la alimentación de mis monstruos.

Poco a poco me acerco a ellos, a veces hay uno, otras pueden venir en grupo. Busco sus formas, puedo incluso ponerles cara, nombre y, aunque aún son gigantes, comienzo a interactuar con ellos. De inicio con inseguridad, torpeza y miedo, mucho miedo; poco a poco, descubro que son maleables, tan maleables como yo quiera que sean. Pongo atención en situarme en el momento vital que atravieso y, sobre todo, en la dieta actual de mis fantasmas (mis pensamientos). Sorpresa!!!!, noventa y cinco por ciento de rumiación, pensamientos intrusivos, previsión negativista y dramática de futuro, ego, etc., etc., frente a un escaso cinco por ciento de pensamientos agradables, presente, reconocimiento de aquello que sí tengo, autocuidado, autocompasión, humildad, etc., etc.

Toca cambiar la dieta y aquí está lo realmente complicado: expresar y dar voz a lo que realmente sientes (no aquello que piensas, no aquello que crees, no lo que imaginas), poner palabras a cada emoción y ser capaz de dejar que ocurra, sin ponerle trabas, sin dramatizar, sin prisas… A medida que lo haces y te permites la rabia, el asco, la tristeza, la impotencia, la vergüenza, la soledad, la ternura, la autocompasión, la frustración, el miedo, la ira, la inquietud, la sorpresa… tus fantasmas, tus monstruos decrecen, comienzan a tener un tamaño cada vez más manejable, pierden fuerza y sus límites se definen. Es entonces, solo en esos momentos, cuando la relación con ellos cambia, cuando de nuevo tú tomas las riendas y puedes decidir cómo y cuándo van a tu lado.

No es un camino sencillo y sí la única manera que yo tengo de reencontrarme conmigo misma mientras me reconcilio de nuevo con la vida e inicio mis nuevos pasos. Puedo decir ahora que, quizás, camine a otro ritmo, descarte senderos conocidos, sume otras compañeras de viaje… todo es posible y hay algo realmente importante: camino de nuevo.

Gracias a mi tribu que se sitúa intuitiva y eficazmente a la distancia justa, que es capaz de ESTAR y apoyar sin invalidar y abonando siempre la siembra (por pequeña que parezca).

Gracias a mi tribu que sabe AMAR en el sentido más amplio.

Os quiero 💜


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4 comentarios en “Cuando menos lo esperas, sucede algo que atrae con fuerza tus fantasmas.

  1. Coincido plenamente con Paco. No sé si eres consciente de que en tu crecimiento personal nos ayudas a much@s a crecer con tus palabras y pensamientos. Muchas gracias por compartirlo y feliz de sentirme parte de esa tribu 💜

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