EL PRINCIPIO DEL FIN

El nacimiento de una pareja, por lo general, está repleto de sensaciones agradables, de sueños y expectativas, de grandes o pequeños planes, de momentos de risas y algunos miedos. No es habitual iniciar un camino de esta naturaleza previendo un posible final, menos aún un final duro; en ocasiones, puede pasar por tu cabeza e intentar vislumbrarlo, en la mayoría, ni siquiera ocurre o, si lo hace, nos surgen un montón de herramientas imaginarias que creemos sabremos utilizar y fantaseamos con ser las mejores parejas y también, llegado el caso, los mejores padres y madres, soñamos con saber utilizar las mejores herramientas para salir indemne de una ruptura.

No es fácil.

Toda la estructura que construimos desde los inicios comienza a reblandecerse. Por supuesto no al mismo ritmo, ni de la misma manera, cada pareja tendrá su propio proceso de construcción y, por supuesto, también de derrumbe y en esta deconstrucción es donde necesitaremos poner nuestra atención.

Ante las primeras grietas, mirar aquello que creamos juntos desde el amor es prioritario: nuestros hijas, nuestras hijos. Pasa a menudo que, llegado el momento de la separación de una pareja, se invisibilizan o vemos tan solo la forma de repartir los frutos, como si se tratara de una herencia, una lotería o cualquier cosa que tras dividirla sigue intacta “tú los tienes martes y jueves, yo el resto, los fines de semana alternos” o “viven contigo y yo me quedo con las visitas” o “mira, como no nos ponemos de acuerdo que lo decida el juez”… ¿en serio alguien piensa que no hay otras posibilidades?, ¿cómo sería tenerles en cuenta?, darle voz a sus emociones, mirarles a los ojos y decir fuerte y claro “TU NO TIENES LA CULPA”, repetir una y mil veces que, a veces, el amor nos hace tomar estas decisiones…

No es fácil.

Un divorcio supone siempre un final y como todo final un potencial inicio; incluso las separaciones y divorcios más conscientes, acordados, respetuosos… pasan por un periodo de desestructuración importante que no podemos obviar; en demasiadas ocasiones los grandes olvidados, son los mayores afectados: los hijos, las hijas.

Estar atentas a las necesidades emocionales (entre otras) de nuestros hijos e hijas, a la vez que a las propias se convierte en un universo al que pocas personas pueden mirar en esa etapa.

Cerrar una etapa, romper la pareja, sin dañar la parentalidad es tremendamente complicado; Hay divorcios verdaderamente traumáticos y creedme, un buen divorcio siempre es mejor que una mala relación; el impacto emocional de ésta puede ser enorme.

Alex tiene 5 años, ya hace varios años que la relación de sus padres empeoró y finalmente decidieron separarse. Aunque la decisión fue de mutuo acuerdo y creían tener claro lo más importante para ellos (Alex), a medida que pasaban las semanas, los meses, todo se fue complicando.

La decisión de la custodia compartida fue mutua, sin embargo llevarla a cabo se ha convertido en una odisea. Alex cree que sus padres se separaron porque el se portó mal; cuando está con papá echa de menos a su mamá e incluso siente miedo de que no le quiera; justo igual pasa cuando está con su mamá.

Alex está más inquieto que de costumbre, se irrita con mayor facilidad y ha comenzado a expresar miedos.

Hijos e hijas suelen observar con atención, aunque creamos que no lo hacen, que no entienden o que “no pasa nada porque nunca vamos a utilizarles”, nos ven, nos sienten. Hay infinitas formas de separarse y todas afectan en mayor o menor grado. De ahí que darles voz sea prioritario.

La separación física es, sin lugar a dudas, la más sencilla. Al hablar de separación emocional la cosa se complica:

Jonathan ha crecido entre las peleas de sus padres, a sus 13 años ya tiene un concepto propio de lo que es la relación de pareja que para nada tiene que ver con lo que experimentan sus iguales.

Para él que las personas “que se quieren” se griten es algo normal; está acostumbrado a oír gritar a su padre que “está harto de todo y que nunca debería haberse casado”. Su madre aunque grita bastante menos, no puede evitar decir en voz alta que “lo veía venir porque su marido es un paná”.

Para Jonathan no es fácil. El juego de lealtades en el que está inmerso va haciendo mella en su día a día.

En estos momentos familiares se muestra inseguro y retador. Provoca momentos de tensión, les pone a prueba constantemente para asegurar que aun hay algún límite y que él es IMPORTANTE.

Su día a día está lleno de hostilidad e ira y ha comenzado a mostrar comportamientos de riesgo (consumo de tóxicos, peleas continuas con iguales o problemas con la alimentación.

Claro que no siempre está todo tan a  la vista ni tan trasparente. Muchísimas familias deciden continuar juntos a sabiendas de que hace bastante tiempo que no existe relación entre ellos. Posiblemente cada miembro de la pareja esté centrado en “sus cosas” y tengan poco o ningún contacto emocional entre ellos. Sencillamente la separación no es admisible y el impacto en sus criaturas devastador.

Virginia fue la única hija que tuvieron sus padres que, tras varias pérdidas, decidieron no intentar tener más descendencia. A sus 35 años, sigue atada a una relación adolescente que, no solo no le aporta nada, sino que le provoca insatisfacción y pérdida de identidad (entre otras muchas cosas), aunque empieza a ser consciente de ello, aún tendrá que andar mucho camino para poder tomar decisiones propias sin sentir que es “una egoísta”, “una exigente” o que “no merece ser feliz”.

Sus padres, sus abuelos y la mayoría de sus familiares son sus únicos referentes y no conoce otro tipo de relación que no sea la de “hasta que la muerte nos separe”; el miedo, la envidia y en bastantes ocasiones la ira (pasiva) son sus compañeros de viaje y sus grandes fantasmas.

Entre todas estas tipologías y formas no quiero olvidarme de aquellas separaciones y divorcios que, pese a ser difíciles, priman el cuidado de hijos e hijas. No es que haya una ausencia de conflicto sino que éste suele darse de manera más acuciada en los primeros momentos e irse diluyendo. Son divorcios dolorosos pero, a diferencia de otros, la expareja no suele permitir interferencias de terceras personas y hay un objetivo claro: preservar la parentalidad.

Ángela a sus 12 años vivió con tristeza la separación de sus padres. Ella también soñó en algún momento con que la separación no se produjera, sin embargo, entendió, no sin esfuerzo, dedicación y mucha, mucha presencia, que el amor entre sus padres cambió, solía decir “ellos se quieren pero de otra manera”.

Ángela habla con naturalidad de los cambios porque desde el principio del fin, ambos progenitores han respondido con sinceridad y amor a sus dudas. En el momento que la separación se hizo efectiva ella sabía en qué iba a cambiar su vida (casa, rutinas, etc.) y sobre todo tenía claro aquello que era inamovible: el amor y los cuidados hacia ella. Se siente segura y querida.

Sin duda esta es la forma más sana y saludable para hijos e hijas y también la más complicada para la pareja dado que requiere de niveles de conciencia, compromiso y responsabilidad muy elevados.

Un proceso de separación o divorcio es siempre un proceso difícil, un duelo, tal cual. Es necesario dejar a un lado las gafas del miedo (culpa, agresión, distanciamiento, pérdida, etc.) para poder ponernos las gafas del amor (acercamiento, comprensión, agradecimiento, etc.) con las que, con seguridad, nuestras hijas, nuestros hijos, se sentirán vistos y tendrán claro que nada de lo ocurrido tiene que ver con ellas, con ellos. Evitar el daño debe ser un objetivo prioritario.

«Gran parte de los problemas en el mundo de la pareja no se deben a la falta de amor sino más bien a las dificultades para gestionarlo y vivirlo de manera que procure el bienestar«

Joan Garriga

BIBLIOGRAFÍA

  • BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Barcelona: Gedisa
  • GARRIGA, J. (2013). El buen amor en la pareja. Barcelona: Destino. (7ª Ed 2014)
  • GARRIGA, J. (2020). Bailando Juntos. Barcelona: Destino.
  • HELLINGER, B. (2014). Mirar el alma de los niños. La pedagogía de Hellinger en vivo. México: Grupo Cudec

* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.

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