Hoy es martes. Día de trabajo, de cole, de insti… para mi familia es una tarde de martes diferente porque mañana mis chicos no tienen cole. La situación era maravillosa y de pronto, surgió la idea «¿vamos a visitar a los abuelos?». Ha sido genial, por supuesto, no nos esperaban y de pronto: ¡¡¡¡ SORPRESA!!!.
Estas pequeñas cosas son las que nos hacen sentirnos bien, estar y ser felices con lo que los días nos van trayendo.
Todas la hemos experimentado alguna vez, o muchas. Cuando algo te sorprende siempre es algo inesperado, normalmente nuevo y en muchas ocasiones casual.
Yo, sin ir más lejos, no dejo de sorprenderme. Me sorprende encontrar a un viejo amigo en el sitio más inesperado o que al levantarme mis hijos hayan madrugado para prepararme un rico desayuno y, por supuesto, no dejo de sorprenderme por nuestra “pasividad social” ante las miles de injusticias que cada día nos muestra un noticiero.
Sorpresa viene del latín y significa “sobrepasar” y precisamente esto es lo que nos ocurre al sentirla: algo que no esperábamos nos sobrepasa.
Si algo la diferencia del resto de las emociones es que es una emoción breve, casi transitoria y que nos hace de puente para llegar a otras emociones como el miedo, la alegría o la tristeza, entre otras.
Así, de la sorpresa puedo pasar a la alegría en el caso del encuentro, al agradecimiento tras ver ese rico desayuno y, dependiendo del día, al ver las noticias puedo sentirme profundamente triste o quizás enfadada.
Como todas las emociones que vamos conociendo, la sorpresa también tiene una función adaptativa y por tanto, nos ayuda a relacionarnos mejor en el contexto en el que se da. Por ejemplo, bloqueando la actividad que estamos haciendo para focalizar la atención en aquello que la activó.
La sorpresa disminuye nuestra frecuencia cardiaca y aumenta nuestra respiración, es como si nuestra mente se quedase en blanco por un instante ¿a que todas reconocemos la expresión de la sorpresa? La boca abierta, las cejas elevadas, la mandíbula baja…
La sorpresa por si misma no es buena ni mala pero sí puede ir seguida de una sensación agradable (al recibir un regalo deseado que no esperábamos, por ejemplo) o desagradable (abrir una puerta y ver un animal que no nos guste, por ejemplo). La exposición reiterada a esas situaciones extinguen la emoción.
Imaginad una clase repleta de niños y niñas charlando, haciendo ruido y un profesor intentando dar clase en infantil; misión imposible ¿verdad?. En este momento, la sorpresa puede ser un buen recurso; si de pronto el profesor cambia su posición y se sube a una silla mientras gesticula exageradamente a la par que relata un cuento quizás consiga su atención. En educación, la sorpresa es una emoción a la que, con creatividad y humor, podemos sacar mucho partido, sobre todo en los primeros años donde el cambio de actividad, de tarea, de posición… es imprescindible para el aprendizaje.
La sorpresa puede ser una buena aliada en momentos complicados😉
BIBLIOGRAFÍA
- NEWBY, D. y NÚÑEZ, L. (2018). Emociones. Un regalo por abrir. Italia: Amazon
* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.
Genialidad !!
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Me alegra que te guste querida Inma. Un abrazo enorme 💜
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