
María es una chica cualquiera. A sus dieciocho años había escuchado muchas veces lo dulce y buena que era; había aprendido a esconder bien lo que ella llamaba sus “defectos” y así, pasaba sus días, mostrando exactamente lo que otras personas querían ver.
Podía ser alegre y divertida mientras, por dentro, su corazón no dejaba de llorar y, sus tripas se retorcían para no mostrar toda la rabia que encubrían.
María, simplemente aprendió a sobrevivir en un mundo que desde muy pequeña le mostró que, si su imagen era bonita, todo estaba bien.
Creció con unos padres que tardaron en darse cuenta que lo mejor para ella no era “estar juntos pese a querer estar separados”. Fue aprendiendo que en las relaciones lo normal era “padecerlas” y que, la amistad verdadera era aquella que le decía “no te preocupes, eso es una tontería, todo está bien, eres una exagerada. Vamos, salgamos y verás como todo se te olvida”.
Y, efectivamente, ella había creído que olvidaba y que tan solo tapándose los ojos dejaba de sentir aquello que no le gustaba, aquello que no quería sentir.
Así las cosas, María fue creciendo en una “infancia inventada” donde toda mujer bella tenía a su lado a un apuesto caballero.
Y llegó, ese día en el que su sueño se hizo realidad, llegó pronto. El caballero llegó a María como lo haría un héroe de guerra, traía bien visibles todas las medallas de sus muchas victorias: la del mejor conquistador, la del más valiente, la del más sabio, la de la fuerza y otras que, no por ser menos vistosas eran menos importantes: la de amante perfecto, la de “todo lo hago por ti” y, por supuesto, la que a María le gustaba que todo el mundo viera, la de “el salvador”.
Sí, era curioso escucharla contar cómo lo conoció, cómo llegó a su vida en el momento justo para librar la mayor de sus batallas: ella misma.
Desde el principio, el caballero puso todo su empeño para que María entendiera que, sin él su vida no tendría sentido… tanto empeño puso que ella fue alejándose de casi todos, mirando a través de sus ojos y creyendo firmemente que, efectivamente, había encontrado el amor; había soñado tanto tiempo con este caballero…
Con el paso de los meses el gentilhombre fue haciendo honor de cada una de sus medallas y a María le encantaba que lo hiciera. Alardeaba de la suerte que ella tenía desde que lo conoció y cómo “la cautivó el primer día” (medalla del conquistador); se afanaba en contar allá donde iba la mala suerte de María con sus padres y cómo, contra todo pronóstico, se enfrentó a ellos y ganó (medalla de la valentía); decía a María cómo eran en realidad las cosas (medalla de la sabiduría) y, por supuesto, cómo hacer para que todo salga exactamente “como tiene que ser” (medalla de la fortaleza).
Pero la medalla que más le gustaba a María era la del amante perfecto. Podían discutir durante horas, pero el siempre regresaba con un bonito regalo que, había pasado de ser una flor a las mejores piezas de bisutería de ultima moda. Esas reconciliaciones solían acabar con un encuentro tan íntimo que María, después de años, aun se estremecía al recordarlos porque tras ellos, la frase siempre era la misma “¿ves María?, todo lo hago por ti” (medalla del salvador).
Ahora, a sus veinticinco años María ha iniciado un largo trayecto. Desde hace algunos meses decidió quererse. Justo en ese momento comenzaron a molestarle las numerosas medallas de su caballero. Aún no se ha atrevido a mirar a fondo, pero ha dado un paso firme hacia sí misma.
No podrá hacerlo sola, necesita a su tribu. Una tribu que también, al principio, creyó que el caballero existía y que ahora, cuando ven a María se emocionan… unas por tristeza (aquellas personas que pudieron ver y no supieron cómo desenmascararlo), otras por rabia (aquellas que aún viéndolo no se atrevieron a posicionarse), las que más ahora están junto a ella, aprendiendo y rodeándola con un cordón invisible cubierto de compasión y también de miedo. Sí, miedo. Un miedo al que ahora han decidido enfrentar unidas, a sabiendas de que lo peor ya ha pasado.
Hoy 08 de marzo, brindo por todas aquellas mujeres que un día se atrevieron a mirarse, se atrevieron a dar un paso; brindo por aquellas que aún no lo han dado y que cada día buscan fuerzas para darlo porque “the life is beautiful” si al mirar en tu interior lo que permanece es el amor a ti misma. No hay mayor amor que el propio.
* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.