


Casi de manera generalizada cuando trabajo con chicos y chicas suelo preguntarles qué es aquello que les hace sentirse válidos y, ahí, empieza una larga lista (o no tanto) que va a permitirnos caminar, sacar lo mejor de cada cual y comenzar a construir desde lo que sí soy, desde lo que sí hago.
La autoestima tiene para mí dos componentes básicos: un sentimiento de capacidad personal (confianza) y un sentimiento de valía personal (respeto a sí misma). Así, cuando Juan, dice algo como “me equivoqué, pero sé que puedo solucionarlo” nos está hablando de posibilidades propias, nos está mostrando autoconfianza, con independencia de la opinión de terceras personas; sin embargo, escuchar a María decir “nunca podré solucionar esto, soy tan torpe…” habla más de su inseguridad creada que de sí misma, habla de su sentimiento de “persona no válida”, habla de las veces que ha recibido ese mensaje desde el exterior hasta anclarlo como “propio”.
Lo que pienso y siento sobre mí será lo que configure mi autoestima, no obstante, las personas que me rodean (mis padres cuando soy pequeña, mis colegas al crecer, etc.) pueden alimentar o minar mi confianza, mi autorrespeto, sobre todo a edades tempranas. Veamos un poco más.
Pedí a Juan y a María que rellenaran dos columnas. La primera “Valgo por lo que soy”, la segunda “Valgo por lo que hago”. La gran diferencia, a simple vista, entre uno y otra era que mientras Juan había rellenado ambas por igual, María tenía un montón de cosas en “valgo por lo que hago” mientras que “el valgo por lo que soy” tan solo contemplaba dos (callada y tranquila).
Una buena autoestima se vería reflejada en ambas columnas de manera equitativa, dado que si la basamos exclusivamente en la primera (Valgo por lo que soy) es posible que, de no ampliarse, nos encontremos con un niño o niña omnipotente, intocable y, si la basamos solo en la segunda (valgo por lo que hago), es muy probable que crezca creyéndose válida solo y exclusivamente por aquello que hace y de ahí, a la autoexigencia y al “hacer para que los demás me reconozcan y no me abandonen” hay solo un pequeño paso.
Es cierto que hay rasgos de nuestra personalidad que tienen una base biológica innata y no es menos cierto que la mayoría se desarrollan con la socialización desde la infancia, momento en el que la familia tiene un papel prioritario; lo que ocurra, cómo sean las interacciones o qué le devolvamos a los más pequeños tendrá un gran peso para su desarrollo y formará parte de la imagen de sí mismos, de sí mismas, que se vayan construyendo.
Juan había crecido escuchando lo valiente y fuerte que era, mientras María escuchó una y otra vez sobre su torpeza, su timidez y su falta de espontaneidad, ambos lo creyeron. De alguna manera, lo que hacen años después es dar respuesta a lo que se espera de ellos: que sea valiente y fuerte (en el caso de Juan) y tímida y torpe (en el caso de María) … en ambos casos una prisión molesta (aunque no nos engañemos, si no rascamos demasiado, más cómoda para Juan que para María).
Juan no se permite equivocarse, mostrar el miedo o la inseguridad, lo que en ocasiones le lleva a estados de desequilibrio importantes; María ha asumido su etiqueta y cualquier actividad es para ella “imposible”, ni siquiera intenta llevarla a cabo; su sensación de impotencia y malestar aumenta a medida que aumentan sus años.
Imaginemos que, en vez de recibir estos mensajes generalizados, hubieran recibido mensajes concretos tipo “Has resuelto bien este conflicto, ¡enhorabuena!” o “vaya… esta vez no lo conseguiste, no te preocupes, sé que puedes hacerlo, si lo necesitas puedo ayudarte, aunque creo que no será necesario”; todo sería algo más sencillo.
Si a todo esto le sumamos el “siempre”, “nunca”, “todo”, “nada”, cualquier intento de mejora puede verse truncado. “Nunca recoges la mesa”, “todo lo haces igual de mal, no tienes nada de paciencia” … será complicado restituir una conducta cuando ya le adelantas lo que esperas. No es igual decir “hoy no recogiste la mesa” que “nunca recoges la mesa”, en más ocasiones de las que nos gustaría padres y madres caemos en esto ¿os habéis parado a pensarlo? Poner atención y tener claro las consecuencias es el primer paso para disminuir y/o erradicar tales generalizaciones y, de paso, cuidar el desarrollo emocional y ofrecer mayores y mejores posibilidades a nuestros peques.
En mas de un artículo he mencionado la ineficacia de la culpa. El niño, la niña, no hará mejor las cosas porque le hagamos sentir culpable, no tardará menos en hacer los deberes porque le digamos que es torpe o la culpabilicemos por sus distracciones, al contrario, la dificultad aumentará. En cambio, situarnos en el “tú si” Y “este comportamiento concreto no” es dotarles de la posibilidad de mejora, es darles posibilidades de autocontrol y autogestión, es ayudarles a responsabilizarse y a confiar en sus posibilidades.
Y como siempre digo, los papás y mamás, las personas responsables del cuidado hacemos lo que podemos con lo que tenemos y, por suerte, venimos programados para criar y cuidar a nuestras crías de la mejor manera… eso no quita que haya cuestiones que podamos seguir mejorando.
La crianza es, sin duda, una misión complicada donde entran en juego un montón de variables que vamos incorporando a medida que nos surgen. Ahora sabemos más de lo que sabían nuestros padres o nuestras abuelas; las relaciones y las interacciones intrafamiliares han cambiado, sabemos de la importancia del desarrollo emocional, somos capaces de priorizar el afecto sin prescindir de normas y límites, hemos incorporado a nuestro día a día posibilidades de relación más flexibles, sabemos que la comunicación es importante y, lo que decimos y cómo lo decimos también, de ahí que no se trata de que puntualmente nos expresemos de una u otra forma, lo realmente peligroso es llegar a sentir como cierto lo que ponemos o no en voz alta (que es torpe, malo o trasto, por ejemplo).
Sin duda, Juan y María irán creciendo y adaptándose a su entorno de la mejor manera posible para cada cual, ambos portarán rasgos adquiridos en los primeros años que irán limando, reajustando e incluso descartando a través de la socialización, que reforzará aquellos más adaptativos y les dará alternativas que irán haciendo suyas. Si somos capaces de hacérselo más sencillo habremos logrado nuestro objetivo.
Los niños y las niñas son nuestro tesoro más preciado y como tal, es nuestra responsabilidad dotarles de la seguridad necesaria para que puedan explorar el mundo, sin miedo a equivocarse porque cuando eso ocurra, estaremos ahí, para ser el refugio seguro que necesitan.
Eva Carballar
BIBLIOGRAFÍA
- CORNEJO, L y BAUMAN, E (2017). Conversando con Erik. Una mirada gestáltica y relacional en la terapia y educación con niños y adolescentes. Bilbao: Desclêe De Brouwer
- NARDONE, G. (2015). Ayudar a los padres a ayudar a los hijos: problemas y soluciones para el ciclo de la vida. Barcelona: Herder
* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.
Excelente reflexión, Eva. Gracias por pensar y hacernos pensar en lo que realmente importa. Un abrazo 🌟 Nuno
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias Nuno. Es un placer tener lectores tan conscientes y concienciados como tú. Un abrazo enorme💜
Me gustaMe gusta
Excelente publicación Eva 👍 👏
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias, me alegra que te guste!!!💜
Me gustaMe gusta