El mundo necesita COMPASIÓN

… que no pena, ni lástima, ni piedad y mucho menos victimismo.

Necesita de nuestra sensibilidad con el sufrimiento propio y el ajeno, necesita que nos comprometamos para prevenir y/o aliviar el malestar.

Hoy por hoy, seguimos sintiéndola como una emoción negativa, es casi irremediable para la mayoría de personas sentirla sin infravalorar a quien sufre.

A Jan le dieron hoy una muy mala noticia, desde hace algún tiempo acoge a varios niños y/o niñas durante el verano, hoy le han confirmado que este año, por la situación sanitaria (pandemia), no podrá recibir a nadie y no para de recibir visitas y llamadas de amigos y amigas:

  • María: pobre es que tienes tan mala suerte”.

Quizás hay algo de realidad en esa “mala suerte” aunque, a primera vista, no parece que sea algo que “solo y siempre” le ocurra a Jan. Desde esta mirada, Jan tiene poco que hacer, no podemos cambiarla; en cuanto a María no solo reitera la frustración (no poder hacer nada al respecto) sino que no genera movimientos emocionales en Jan y por supuesto no adquiere ningún compromiso para aliviar su emoción o infiltrarle algo de bienestar.

  • Ruth:  “cuanto lo siento Jan, sé que estabas entusiasmado, entiendo que ahora estés triste e incluso enfadado sabes que puedes contar conmigo.

De pronto la realidad cambia. Ruth es capaz de escuchar y sentir el dolor de Jan, tiene en cuenta todos los esfuerzos que ha realizado para que fuera posible y siente tristeza porque, en esta ocasión, no haya podido ser. Además se compromete con él, no puede cambiar la realidad pero puede acompañarle. Casi con total seguridad, Jan, en su tristeza, va a sentirse mejor y, posiblemente, vaya consiguiendo movilizar su estado emocional hasta conseguir regularse de nuevo y encontrar la calma.

El objetivo de la COMPASIÓN no es otro que proporcionar tranquilidad, paz.

Claro que a veces somos nosotras mismas las que más trabas nos ponemos:

  • Jan: seguro que han pensado que no iba a ser capaz de protegerlos o claro, ya lo sabía porque conozco a la persona que me entrevistó y desde el primer momento tuve claro que este año no podría acoger.

Se nos olvida la AUTOCOMPASIÓN y comenzamos a culpabilizarnos o a culpar a otras personas. La CULPA suele aflorar fácilmente cuando las cosas no salen como esperábamos. Jan puede llegar a sentirse culpable sino logra tenerse en cuenta, quererse y cuando ocurre quizás vaya de la mano la vergüenza por no haberlo logrado.

Si es capaz de ser AUTOCOMPASIVO, podrá sentirse triste sin juzgarse, podrá integrar lo ocurrido de manera amable y amorosa, podrá ver posibles alternativas futuras. Sobre todo podrá sentirse bien consigo mismo.  

La compasión, por tanto, no tiene nada que ver con la PENA, ni con la LÁSTIMA y menos aún con la PIEDAD. La buena noticia es que puede desarrollarse.

La meditación o el mindfulness pueden ser perfectas para desarrollar la compasión, al igual que el trabajo grupal desde el que podemos experimentarla sin miedo, sin vergüenza.

Crear y desarrollar conductas prosociales, bondadosas y compasivas es otro de mis (muchos) objetivos para lograr un mejor mundo.

“Cuando algo nos angustia, la bondad nos ayuda”.

P. Gilbert

BIBLIOGRAFÍA

GILBERT, P. (2018).  La mente compasiva. Una nueva forma de enfrentarse a los desafíos vitales. Eleftheria. Barcelona

* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.

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