MIRAR DESDE EL OTRO LADO

Tal y como está el mundo me surgen un montón de ideas para ponerme a escribir, un montón de historias que hablen del “sí se puede”; me vienen a la cabeza cientos de personas que consiguieron volver a mirar a los ojos e infinidad de relatos hilados con las palabras de chicos y chicas con los que cada día tengo la oportunidad de aprender y seguir creciendo.

Y no, no se me ha ido la cabeza. Quiero verlo desde este lado. Del lado de la RESILIENCIA, del lado de la ESPERANZA, del lado de los APEGOS,  de este lado más amable que me permite cada día ilusionarme con lo que hago y AGRADECER la oportunidad que me brindó la vida y que yo supe, por qué no decirlo, tejer con esfuerzo, decidiendo una y otra vez, arriesgándome a equivocarme, poniendo muchos límites y pasando por terrenos abruptos.

Ahora estoy aquí, en una posición en la que me permito mostrarlo al mundo, sin miedo a las críticas (son bien venidas y seguro me aportan algo que no veo), sin miedo a etiquetas o tachaduras (eso lo superé hace mucho), con muchas ganas de SUMAR y mucho COMPROMISO.

Ese compromiso fue el que Linda tuvo que aprender a construir. Ella no solo vino sin esperanza, sin una persona en la que recostarse y con la que gritar de rabia, reír a carcajadas o llorar de miedo; vino sin sus hijos, dos niños preciosos a los que ella no pudo cuidar y que, llegado el momento, hubo que apartar de su lado para protegerlos del daño que ella misma, sin pretenderlo, les hacía día tras día.

Y es aquí donde yo suelo descubrir el otro lado. Un lado con demasiadas aristas, con heridas de todos los tamaños y con tremendos vacíos emocionales. Desde este lado las emociones casi no se ven y empezar a vislumbrarlas pasa por conceptualizar el AMOR, por desmitificarlo y reconstruirlo.

Amar no es fácil, más bien diría que es muy, muy complicado. Cuando pregunto qué es el amor, por lo general, suelen mostrarme una foto, casi fija, en la que siempre aparecen los mismos ingredientes que podrían estar sacados de una peli de princesas de Disney y no es que yo tenga nada en contra de este tipo de cine (bueno sí, pero esto da para otras muchas líneas) sino que siento que no es suficiente y además tergiversa una emoción tan importante como esta.

El amor es una emoción compleja (aunque continuamos sin acuerdo en este sentido) que incluye, emoción, cognición y comportamiento. Erich Fromm decía que el amor conlleva ESFUERZO, DECISIONES y ACCIONES. Habla de él como arte que puede aprenderse y que incluye emoción y razón por lo que quizás sería más apropiado referirnos al amor como sentimiento.

Para mí el AMOR conlleva el BUENTRATO y este es imposible sin AMOR (https://evacarballar.com/2021/05/16/buen-trato-un-concepto-a-tratar/).

Linda quería a sus hijos, era capaz de expresarlo y su dolor cuando fueron apartados de su lado era tan grande que apenas podía dormir o comer. Para ella “querer” era darles todo lo que ella no tuvo y criarlos con “mano dura”, convencida de que si no utilizaba el castigo, la fuerza, el poder… se torcerían. Claro, nunca nadie le había mostrado otras formas y en su experiencia de vida no encontraba referentes distintos. Su madre le había pegado con todo tipo de objetos (algunos aun marcados en su piel), su padre se perdió en alcohol y drogas mucho antes de que ella pudiera siquiera reconocerle.

Necesitaba recuperar a sus hijos, necesitaba que fuera pronto, necesitaba que alguien creyera en ella, necesitaba sentir amor.

Linda fue derivada a mi equipo con el objetivo de iniciar un proceso terapéutico personal y familiar que pretendía la vuelta de sus hijos a casa, lo que significaría que habría adquirido las competencias marentales suficientes para CUIDARLOS sin dañarlos, para protegerlos.

Teníamos claro que solo el ETF (Equipo de Tratamiento Familiar) no bastaba, requería de muchos otros agentes de la comunidad (profesionales de salud, educación, entidades del barrio) y se necesitaba sobre todo a ella; estaba en el camino.

Su concepto de AMOR nada tenía que ver con los cuidados, los apegos, los alientos, el compromiso o el respeto (entre otros) y mucho con la autoridad, el castigo, lo punitivo, la dependencia…

Ahora estaba aquí, su mochila cargaba miles de trazos rotos, un sinfín de heridas y cicatrices, desvalorizaciones de todos los colores, abusos y ahora también el “mala madre”, que ella se repetía sin piedad.

Tocaba trabajar con Linda, acompañarla, guiarla para que, en el menor tiempo posible, sus hijos pudieran volver con ella. No es fácil trabajar con personas que hacen tanto daño… cuesta aprender a mirar desde el otro lado y cuando lo descubres… es tan alentador; lo fácil es la crítica, da vértigo mirar las sombras, nuestras propias sombras. Contamos algunos años juntas, trabajó mucho y duro.

– “…tú lo sabes pero te lo tengo que decir porque aquí eché toda la mierda, la ira, las cosas… pero mi objetivo eran mis hijos y quería poner empeño en hacer las cosas mejor, todas las cosas que no he sabido hacer y que ahora hago”.

Pasar del ego al YO (con mayúsculas) o al Nosotros, fue para ella un mar de luz, dejar de competir para cooperar, dejar de taponar emociones para transitarlas, mirar sus fantasmas y llegar a abrazar a muchos… desvanecer otros; no era el trato a sus hijos lo que más la alteraba sino descubrir lo que no les estaba dando: afecto, rutinas, seguridad, presencia, confianza, autonomía, aliento, juego; darse cuenta que su estilo afectivo estaba marcado por hábitos de comportamiento antiguos, donde el vínculo desorganizado de partida se entremezclaba con violencia y miedo, con miedo y desconfianza.

“Cada sesión era para mí más dura y también más necesaria. Ahora me siento bien aquí y os doy gracias. Me he sentido protegida y he aprendido a proteger; me siento apoyada, mirada, reconocida. Esto ha sido como un enorme empujón, en muchas cosas que por desgracia mi madre no me pudo dar y yo no estaba dando a mis hijos. Mis errores me sirven ahora para aprender… y es verdad que me cuesta pero aquí estoy y me siento mejor. Cada día intento demostrarme que puedo y lo hago”.

Los hijos de Linda volvieron con ella tras dos años en los que pudo tomar conciencia, aprender a escucharse y a escuchar, conocer el sentido de sus emociones y poner en práctica nuevas habilidades y recursos que ni siquiera sabía que tenía. Reorganizó su vida, armonizó los espacios familiares, aprendió a mirar a sus hijos a los ojos y a hablar en primera persona; podía mirar sus cicatrices sin justificar sus acciones a través de ellas, podía sentir lo que ellos sentían.

– “A mí me insultó mucho mi madre y yo lo hacía con mis hijos, ni siquiera me daba cuenta; tengo que estar muy atenta porque a veces se me escapa de nuevo y ahora rectifico, lo estoy haciendo y ellos lo sienten. Nunca he tenido intención de dañarles y me doy cuenta de cuánto daño hice. No eran las palabras o mis gestos, pegarles o gritarles, era todo… no sé lo que es jugar con ellos, no entendía por qué lloraban tanto o gritaban, yo estaba en lo mío, en la pelea con el mundo, conmigo misma. Ahora es bien distinto y me queda mucho porque a ellos les cuesta, siento que me tienen miedo, que no confían en mí.”

Sin duda, Linda estaba aprendiendo a AMAR, aprendiendo a entregarse a sus hijos sin exigirles nada a cambio. Para esto había tenido que aceptarse, reconocerse, mirarse, amarse primero a sí misma. Tarea harto difícil cuando el mundo te devuelve constantemente lo contrario.

Ésta, quizás, sea una de las principales cualidades que acompañan al amor: la VALORACIÓN, el RECONOCIMIENTO: – “Me siento tranquila ahora pero no puedo evitar pensar en por qué nadie supo escucharme antes cuando abusaron de mí, cuando mi madre me maltrataba a diario. Ahora sé que me valoráis y yo siento que me valoro, poco a poco también mis hijos me están viendo”  

Linda también tuvo que aprender a mirar desde el otro lado, sentir por ella para poder sentir a sus hijos, sentirse entendida para poder entender-se y entender, hablo de la EMPATÍA: – “ahora sé que es eso de que se te retuercen las tripas, escucharlas me ha costado y ¡cómo gritan!… tantos años y mi madre sigue pensando que me inventé que su novio me violó, por eso quise alejarme de ella (…) no sé qué le pasó a mi madre y sí que nadie la ayudó, nos ayudó. Mis hijos se sintieron como yo, ahora lo sé y no puedo volver atrás pero sí puedo acompañarles ahora, el mayor no está bien y lo entiendo, necesita tiempo y espacio”. RESPETO, ser capaz de acompañar sin intentar cambiarlo, teniendo en cuenta lo que siente y permitiéndole decidir cómo y cuándo acercarse a ella, LIBERTAD.

Linda quedó embarazada muy joven, no estaba preparada para ser madre, no había un proyecto, ni un propósito, no tuvo opción, no pudo decidir, era una niña que no encontró en quién apoyarse, en quien confiar y ahora tiene claro que la COMUNICACIÓN con sus hijos y su entrega pueden generar la CONFIANZA suficiente para seguir adelante, con esfuerzo y adelante.

Desde la vuelta a casa de sus hijos se empeña en ofrecerles un espacio común, un PROYECTO. Se afana por mostrarles momentos AMABLES  e incluso divertidos, está PRESENTE y puede mirarlos. Claro que a veces se pierde, se viene abajo o le sale la fiera que está en ella pero ahora la ve y va poco a poco transformando heridas en cicatrices, sufrimiento en crecimiento.

Sus hijos están aprendiendo a reconocerla de nuevo, les tocó crecer desde el sufrimiento, desde las tripas (que digo yo). El mayor ya es adolescente y aunque sería el pecho (los afectos, lo social, los sentimientos) lo que debería estar más presente, siguen siendo sus tripas.

Queda mucho por reconstruir hasta llegar a poner de nuevo el motor en marcha, hasta lograr el equilibrio y, acompañados, apoyados… tengo claro que solo el AMOR  puede salvarles.

* Caso ficticio basado en experiencias reales.

* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.

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