Mientras occidente transcurre impasible

Mientras occidente transcurre impasible, medio mundo se desmorona y lo cierto es que siento que solo un puñado de personas lo sentimos; ¿en qué momento dejamos de luchar por el equilibrio de clases, por las políticas trasparentes, por los derechos de las personas? para comenzar a halagar a quienes se ganan la vida extorsionando, degradando a otras personas o enorgulleciéndose de tener “mano dura y hacer limpieza de raza” ¿cómo?, ¿qué narices es eso?, ¿qué estamos haciendo? O mejor dicho ¿qué es lo que NO estamos haciendo?, ¿qué estamos permitiendo?, ¿qué no podemos parar?, en serio ¿este es el mundo que queríamos cuando pasábamos horas, días e incluso semanas en las calles luchando por nuestros derechos, contra la xenofobia, el racismo o la violencia de género?; ¡que pronto se nos olvidó que hasta hace menos de cien años algunos políticos se referían a nosotras como “histéricas, manipulables” e incluso “sin capacidad para reflexionar o tener independencia de pensamiento”!. En la medida de lo posible sigo en las calles y lo cierto es que cada vez somos menos.

Hace semanas que no publico porque, a parte de la falta de tiempo, me siento enfadada, frustrada, impotente y paralizada ante el rumbo del mundo ¿en qué momento comenzamos a condecorar a quienes degradan, insultan o gobiernan con amenazas, frases hechas y falsas y una motosierra en la mano?. Sí, de veras que lo siento. Hablar de ello con nuestros hijos e hijas se convierte en una prioridad educativa porque esto, también es educación y también es emocional. Es y forma parte de mi reflexión continua sobre la parentalidad, sobre la crianza, sobre las formas de ver el mundo. Me explico.

Hablar con nuestros hijos e hijas de política, de derechos humanos, de la historia reciente (y no tan reciente), de la historia familiar; ver juntos las noticias para poder comprenderlas y digerirlas, conversar sobre los anuncios y su letra pequeña, repensar las formas y los estilos, el cómo resolvemos o cómo nos relacionamos con según qué personas, poner luz a lo que no se ve a simple vista; hablar de las diferencias para poder hablar de lo que nos iguala y de lo que sí somos para poder diferenciarlo de lo que tenemos (propio, cedido, ganado con la lucha de años o, por qué no, regalado) para poder cuidarlo y a la vez, cuidarnos, aprender a agradecer lo que “sí soy y lo que sí tengo”… es tan básico como querer que vayan al cole, se formen académicamente o tengan un grupo de buenos amigos y amigas.

Es momento de comenzar a compartir lo que much@s adolescentes, la mayoría, sí hacen, si son y sí tienen. Flaco favor nos hacen las redes sociales, llenas de vídeos “de risa” que sinceramente, no hacen reír; caídas que dan vértigo, maltrato clarísimo que no hace más que desvalorizar la conciencia del daño, adolescentes que se pegan entre ellos y se graban para demostrar al mundo quién es el fuerte o la fuerte, chicas que han vuelto a cosificarse para gustar o chicos que no se atreven a expresar lo que realmente siente por miedo a las represalias.

En estos pensamientos ando y de ahí mi bloqueo para escribir, para hilar las muchas cosas que quiero decir y que no se si consigo, al menos, plantear.

Mi propuesta es clara, compartamos lo que sí es sano, lo que si se hacen bien, lo que sí requirió esfuerzo y dio frutos. No permitamos insultos, degradaciones, comentarios perversos, obscenos o fuera de lugar.

Y sí, mientras todo esto pasa, o se estanca (según se mire), en Palestina, Ucrania, el Congo o Sudán (entre otros muchos) continúan los bombardeos, las muertes sin nombre, los nombres sin vida. El trauma se expande como la misma pólvora que lo provoca y necesitará años, generaciones enteras para poder ser reparado (si es que fuera posible).

En casa, seguimos hablando de “nuestra suerte” y sintiéndonos frustrados, impotentes, atados a una Europa que hace tiempo que cerró sus puertas al mundo y mantiene abierta tan solo una pequeña ventana donde, por desgracia, las rejas impiden atravesarla y la distorsión de lo que vemos es clara y patente.

Mi familia es una familia diversa “nus nus” que decimos en casa “mitad española, mitad sudanesa”, mis hijos son conscientes y conocen la historia, nuestra historia. Ayer, lloramos otra pérdida y hoy, seguimos adelante porque las guerras comienzan mucho antes de la primera bala y aquí, ojalá me equivocara, no vamos desencaminados.

Por nuestra tía querida, Wadiah, que la tierra te sea leve. Gracias por formar parte de nuestras vidas y estar en nuestros corazones, te queremos.

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