
Volvemos a la rutina que a mí, por qué no decirlo, me equilibra y me da seguridad.
Ayer, en nuestra “reunión familiar” nos preparábamos para el nuevo periodo: planes familiares, retos individuales, cosillas que nos hicieron sentir mal o aquellas que nos encantaron, recordatorio de límites… y hoy, cuando me sentaba a retomar mis asuntos me venía una y otra vez la misma idea: si quiero que mis hijos logren alcanzar un sentido de sí mismo fuerte, equilibrado e integrado, necesito continuar fortaleciendo ciertos aspectos y para eso, que yo ESTÉ (disponible, en conexión, confiada y confiable, equilibrada emocionalmente) es básico.
Si hay una etapa llena de retos para grandes y pequeñ@s esa es la adolescencia. No solo es una aventura para ell@s, también para nosotr@s, dado que ese ESTAR puede llegar a cobrar formas tan diferentes a las anteriores que, en ocasiones, nos cueste incluso reconocerlas, de ahí este pequeño recordatorio de algunos elementos que, tal y como yo lo veo, siempre quiero estar, de una u otra forma, atendiendo:
- El desarrollo de los sentidos (vista, olfato, oído, gusto y tacto) como base para continuar de manera adecuada el avance de las funciones de contacto, de relación.
- La importancia del cuerpo, como expresa emociones y dónde las situamos, la respiración, la voz. Aprender a escuchar nuestro cuerpo disminuiría muy mucho las “tormentas” emocionales.
- La capacidad de toma de decisiones, el reconocimiento de proyecciones, cómo me defino y qué necesito y/o quiero. En la medida que permito la toma de decisiones y con ella el posible error, permito el crecimiento, el aprendizaje.
- La necesidad cada vez mayor de autonomía e independencia que aumenta sobremanera en esta etapa y que no significa que desaparezcamos o dejemos de “estar” sino que desarrollemos nuevas formas de hacerlo.
- El traspaso de “poder” y control de sí mism@ que si bien es un reto para ell@s, para nosotr@s se convierte en todo un desafío en el que lo primero será poder enfrentar y trabajarnos nuestros miedos y desde ahí, acompañar.
- La necesidad y reconocimiento de los límites como parte ineludible del desarrollo, como en cualquier otra etapa.
- La potenciación de la imaginación, el humor o el sentido lúdico. No todo es gravísimo, ni todo lo que hace nuestr@ adolescente tiene que ser un drama!!!! El humor es un indicador extraordinario de salud y bienestar familiar y, fomentarlo y activarlo una competencia parental maravillosa.
- El atender a sus introyectos negativos a fin de que puedan lograr la integración/desintegración. Creer en ell@s, alentarles y estar disponibles, resaltar lo positivo, lo que sí tienen, continúa siendo imprescindible.
- La regeneración de la energía negativa/agresiva/devaluante en nuevos retos; no olvidemos que la adolescencia es un periodo de reconstrucción, remodelación y que, como en toda “obra”, tiene momentos complicados en los que somos los y las cuidadoras las que debemos hacer ajustes o, en su caso, reestablecer bien los límites.
- Devolver continuamente la confianza en sí mism@ a la vez que marcamos claramente el “puerto seguro” al que volver ante cualquier contratiempo, necesidad o deseo.
Si conseguimos que nuestr@s hij@s se sientan sentid@s y logramos escuchar sin juzgar,
con la única intención de entender, dejaremos de buscar «tener la razón»
para enfocarnos en compartir experiencias y
proponer, negociar, consensuar soluciones justas y saludables.
Eva Carballar