
Recuperar la historia personal es, sin duda, un requisito básico para poder ejercer nuestra ma-parentalidad de manera consciente y, sin embargo, no siempre es sencillo.
Estamos hechos de historias y somos en la medida que éstas están; claro que, cuando al mirarlas lo que encontramos es sufrimiento, malestar o hilos sin tejer… nuestro primer impulso es cerrar y esconder la llave. Cuando esto ocurre, volver a recuperarla se hace complicado y la crianza de los hijos, de no poner remedio, comprometida.
Mucho más sencillo sería si al mirar encontramos risas, respeto, cuidados, comprensión, etc., etc. ¿no os parece que con todo esto la vida se torna un poco más sencilla?
Ojalá esto dependiera de nosotras!!!. Siento ser tan directa y NO, NUESTRA INFANCIA NO DEPENDIÓ TAN SOLO DE NOSOTRAS MISMAS. El niño, la niña, necesita de adultos que les guíen, de adultas que les cuiden, necesitan sentir seguridad y poder explorar el mundo a sabiendas que alguien supervisa desde más o menos distancia. Necesitan saberse importantes para sus cuidadores.
Y ahí, justo ahí, está el principio. Hablemos de nosotras, conversemos sobre cuidadores, sobre cuidadoras.
Me gusta especialmente el concepto de competencias parentales tal y como lo refiere Barudy “La adquisición de competencias parentales es el resultado de procesos complejos. En él se entremezclan las posibilidades personales innatas marcadas por factores hereditarios con los procesos de aprendizaje influenciados por la cultura, así como con las experiencias de buen trato o mal trato que la futura madre o padre hayan conocido en sus historias familiares, especialmente en su infancia y adolescencia”.
Rescatar la llave conlleva a veces mirar escenas olvidadas, enterradas o desterradas al olvido, para poder darle sentido desde el presente y transformarlas en nuevas habilidades, herramientas… competencias para con nuestros descendientes y que ellas y ellos si tengan la oportunidad de desarrollarse de manera sana.
No podemos elegir nuestra infancia y estará genial poder decidir sobre nuestra marentalidad.
En este camino hacia la toma de mis propias decisiones es necesario, a veces, el acompañamiento profesional porque sí, aunque no lo digamos en alto, somos nuestra peor enemiga y al abrir viejas heridas no es difícil caer en la culpa, el sufrimiento, la inseguridad o la angustia cuando lo que buscamos es justo lo contrario: quitar nudos, rehacer, hacer el presente más amable, conseguir seguridad, respeto, empatía, compasión, reconciliarnos con nosotras mismas, abrazarnos.
Somos seres sociales y como tales, dependientes en mayor o menor medida, de manera más o menos sana. Aún nos paraliza el miedo al “qué dirán”, nos atrapa la lealtad a los que nos cuidaron o intentaron hacerlo (lo lograran o no), nos avergüenza nuestra historia como si realmente hubiéramos podido cambiarla… y no, en aquel momento, no podíamos.
Ahora está en nuestras manos transformar el presente y romper la espiral.
Eva Carballar
BIBLIOGRAFÍA
BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.
* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.