LO QUE PODEMOS EVITAR

Han pasado más de seis años desde esta imagen y, sinceramente… a veces me planteo quién ha crecido más

Es complicado decir a un padre o una madre (biológico, adoptante, acogedor o acogedora o cualquier persona con responsabilidad en la crianza) “qué tiene que hacer” o “cómo debe” criar a sus hijos e hijas. Me cuido mucho de “dar consejos” sobre lo que es o no “lo mejor”… pues, depende.

Creo firmemente que criar es una gran responsabilidad en la que no sirven las recetas mágicas, ni las pócimas sanadoras y que, en la mayoría de ocasiones, cada familia intenta hacerlo lo mejor posible con las herramientas que posee. Ahora bien, esas herramientas pueden ser pocas, haber quedado obsoletas o estar desgastadas y ahí, justo ahí, está la cuestión.

Cada día sabemos más de neurociencia, se nos llena la boca (y el ego) hablando de vínculos, trillamos YouTube buscando vídeos y más vídeos de inteligencia emocional que tragamos sin digerir (y pueden llevarnos a continuas frustraciones), alardeamos de que “practicamos” crianza consciente o respetuosa como si de un deporte se tratara o decimos esto tan de moda como “que es importante mentalizar”… entre otros muchos conceptos que no siempre somos capaces de trasladar a la práctica.

Me explico.

Las personas cuidadoras somos “el ejemplo a seguir” de los más pequeños y a través de nosotras se comienza a construir el vínculo. Por tanto, hay dos cosas claras: nos convertimos en espejo y vínculo. Los primeros años son importantes porque permiten a la criatura (ayudada por las neuronas espejo) ir desarrollando la capacidad de empatizar con las emociones de la otra persona hasta que pueda ser autónoma e independiente. En la medida en que somos capaces de crear relaciones respetuosas donde amor y firmeza (normas y límites) vayan de la mano el camino se suaviza.

Por ejemplo, si nuestro peque está aprendiendo a vestirse podemos optar por varias formas de acompañarle en este proceso.

  • Podemos vestirlo mientras le explicamos “esto se hace así, esto otro de esta manera…” y bueno, esperar a que consiga la madurez suficiente para entenderlo 🤔.
  • Podemos vestirlo mientras le “recordamos” lo pequeño o pequeña que es y lo imposible que le resultará esta tarea 😠.
  • Podemos darle la ropa, dejarle probar y ante su fracaso dejarle llorar “hasta que se le pase” o aún peor “para que aprenda la próxima vez” 😮.
  • O podemos sentir que en este mismo instante (aprender a vestirse) hay una oportunidad de oro para la creación de vínculo y construcción del apego seguro y entonces le damos la oportunidad de que lo intente solo (conmigo cerca y atenta) y posiblemente no lo consiga (eso lo sabes y por eso le acompañas) y llegue la frustración y el llanto y entonces es cuando nos toca contener, acompañar, ESTAR (no evitar o desviar) y darle la oportunidad de intentarlo de nuevo. Si no lo consigue, ayudarle (no resolver).

En este último caso el vínculo de apego se fortalece, nuestro peque, de vuelta a la calma, ha tenido la oportunidad de buscar sus propias soluciones y, a la vez, le hemos demostrado confianza ese “tú puedes” tan necesario que en ocasiones se nos olvida. De la misma forma, le hemos permitido la exploración y por tanto ha podido probar sus capacidades, el “yo solita” y, casi seguro habrá sido una experiencia divertida, el “otra vez, otra vez”.

En esta misma línea podríamos dar sentido al siguiente “palabro” de moda: la mentalización.

Imaginamos ahora ese momento en el que nuestro peque frustrado llora y no puede, por el momento, poner palabras a lo que está sintiendo. Estaría genial poder poner palabras a la emoción (utilizaremos nuestro hemisferio izquierdo -lenguaje- para comprender y ayudar a gestionar la emoción, hemisferio derecho), dotar de lenguaje a las emociones. No es fácil y necesitamos de mucha práctica; sería algo así como evitar el “no pasa nada” en favor del “entiendo como te sientes, no es fácil y siempre podemos intentarlo de nuevo”, es decir ayudarle a identificar, explicarle (sin dramatizar) y mostrarle incondicionalidad y apoyo continuo.

Ser capaz de mentalizar las emociones de nuestros hijos e hijas es un paso enorme hacia la educación consciente.

Y de aquí al otro gran pilar desconocido: la crianza respetuosa o consciente. Para empezar, lo primero que se me hace necesario decir es ¡Cuidado, no hay recetas mágicas!!!. Cada familia es única e irrepetible, exactamente igual que cada persona: única e irrepetible; algo que a mi me funcionó en un contexto concreto, con unas circunstancias X, con mi hijo Y, no tiene porqué funcionarte a ti. Criar es un continuo autodescubrimiento con un fin: potenciar el bienestar y desarrollo sano de nuestras criaturas desde la empatía y la comprensión de sus ritmos. ¡No hay manuales!!!.

Para mí, la crianza respetuosa tiene mucho que ver con lo que soy, con lo que hago, es una filosofía de vida en la que “lo emocional” cobra relevancia y en la que el aprendizaje es continuo. Siempre digo que tuve (tengo) que trabajar-me mucho para lograr conectar emocionalmente conmigo misma y desde ahí poder acompañar a mis hijos, a las niñas y niños con los que trabajo y a sus familias.

Atender las necesidades de los y las peques a la vez que les reconocemos y mostramos incondicionalidad, confianza y afecto no es sencillo, dado que no consiste en “dejar hacer lo que quieran” al contrario, los límites (no punitivos) y las normas son imprescindibles y para mí son un acto de amor inigualable, ¿de qué otra forma aprenderían a relacionarse, a vivir en sociedad?, ¿a crear su propio sistema de valores?; el problema no son las normas, no son los límites sino cómo y desde dónde los marcamos.

Y claro, dicho todo esto y volviendo al inicio, quizás no sepamos exactamente qué hacer en momentos concretos (lo iremos descubriendo) y sí podemos tener más claro qué EVITAR:

  • CREENCIAS como: “Es mi responsabilidad proporcionarles todo aquello que yo no pude tener”; “Debo evitar que tengan que hacer frente a las cosas que les puedan molestar”; “La razón es mía”, “Mis hijos no me respetarán a menos que me teman”, etc., etc.
  • PRACTICAS O MÉTODOS COMO: la persuasión, la eliminación de obstáculos, que siempre “salgan ganando”, los métodos punitivos, el exceso de control o de permisividad  o la imposición de soluciones, entre otros muchos.
  • QUE APRENDAN que: pueden hacer o tener lo que quieran, que no deben preocuparse por sus actos porque “ya me lo solucionarán mis padres”, que las decisiones siempre vienen desde arriba, que la fuerza es la forma más eficaz de resolver los problemas o que “si mi comportamiento no es el adecuado me caerá un buen castigo”, etc., etc.

Y entonces, ¿Qué pensáis?, ¿Podemos evitarlo?.

BIBLIOGRAFÍA

BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Barcelona: Gedisa

BOWLBY, J. (2014). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Ediciones Morata (Sexta edición)

MARTINEZ DE MANDOJANA, I. (2021). Pero a tu lado. De la parentalidad positiva a la crianza terapéutica. Madrid. El Hilo Ediciones.

* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.

2 comentarios en “LO QUE PODEMOS EVITAR

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