El acompañamiento terapéutico en contextos de protección a la infancia y adolescencia

En ocasiones, tengo la sensación de que mi profesión es una gran desconocida.
Por una parte porque nos cuesta lanzarnos a contar lo que hacemos y cómo lo hacemos y, por otra porque en la pedagogía, la educación social y en general en las profesiones “de ayuda”, hay tantos sectores, tantos modelos, tantas posibilidades… es complicado. Al mismo tiempo, se da la paradoja de que todas (las personas) tienen una opinión más o menos acertada de lo que “debes” hacer, todas tienen una experiencia propia, todas tienen un “consejo” que a ellas le funcionó… y la cosa es que esto no va de aconsejar, nada más lejos de la realidad.
Por supuesto, como en casi todo, nuestra forma de hacer tiene mucho que ver con quiénes somos, con nuestra formación y nuestro reciclaje continuo, con nuestro compromiso y por qué no decirlo, con nuestra vocación. No es posible quitarte el “uniforme” de trabajo al salir, no puedes ser de una manera de ocho a tres y por la tarde de otra. Y no, no somos salvadoras de nadie. La profesional suficientemente buena es aquella capaz de generar en el otro, en la otra, la motivación suficiente para convertirse en artífice de su propio desarrollo. No me mal interpretéis, pero sí, bien pulida y cuidada, somos nuestra mejor herramienta.
A mí, me gusta decir que acompañamos procesos, que tejo junto a cada familia, y a otras profesionales (del trabajo social, la psicología, el personal docente, el personal sanitario, entre otros) parte de las alas que después enseñamos a utilizar o reutilizar (según el caso) para explorar juntos nuevos caminos más saludables, protectores y, a ser posible, algo más divertidos.
Entre lo arduo del sistema y el gris que portan, de inicio, muchas de las familias que atendemos, se me hace indispensable comenzar dando pequeñas pinceladas que favorezcan, desde los primeros encuentros, la puesta en marcha de modos más amables de relación, donde cada cual pueda expresar-se sin tapujos en un espacio “protegido”, seguro, estructurado, donde no hay juicio y sí empatía, donde no hay sanciones y sí la posibilidad de reparar, donde no hay un camino hecho e inamovible, lo irá construyendo la persona con nuestro apoyo, donde se reeduca la mirada y se tiene en cuenta la individualidad sin perder de vista el contexto y por su puesto las relaciones que de el emergen, donde las emociones son un faro y aprender a escucharlas uno de los mayores retos.
Ahí aparecen los diferentes enfoques, la técnica (ya sabemos que “cada maestrillo tiene su librillo”), los modelos, el cómo y desde dónde trabaja cada cual. Yo parto de la corriente sistémica, de un enfoque humanista que concibe a la persona dentro de un sistema, el familiar, de un contexto social concreto y en relación con los demás miembros de su familia.
Está claro que en educación no hay trucos, hay PROCESOS y de éste quería hablaros, del primer gran reto ante una familia: la CREACIÓN DEL VÍNCULO TERAPÉUTICO, LAS ALIANZAS (como diría Valentín Escudero), sin perder de vista su propio sistema familiar (como diría Miguel Garrido) o cuál es su historia (que añadiría Carmen Casas), sus heridas y su camino (como digo yo); todo entra en juego y la escucha, el respeto, la ausencia de juicio y este espacio seguro -creado con mimo- para caminar hacia un propósito compartido son, para mí, la clave de inicio.
Tras estos primeros pasos y ya en camino, toca aprender cómo mantenerlo sin pretender sustituir vínculos de apego primario y sin perder de vista la circularidad relacional (Modelos VEV); cada familia necesita su propio sendero, tejer con sus propios hilos e ir decidiendo el color para cada puntada, necesita que seamos capaces de «vernos a nosotras mismas desde el exterior y a los otros desde el interior» (Fonagy y Bateman) y ahí el reto:
Toca testar, testarnos; ser capaz de observar el estado emocional más allá del comportamiento, escuchar y escuchar-me, atenderme para poder atender. En los primeros momentos me empeño en buscar la manera de conectar. Pregunto con curiosidad y pongo mi atención en no perderme en el mucho ruido que rodea cada historia personal o familiar a la vez que guardo con mimo los detalles, buscando el mejor canal para sintonizar y poder ofrecer un espacio de pertenencia, un lugar donde SER Y SENTIRSE SIGNIFICANTE.
Sí, toca poner en juego todas nuestras habilidades; hacer el hueco, dar un lugar, mirar para ver, sostener los silencios y poner atención en no restar, reforzar la PARENTALIDAD TERAPÉUTICA. Sostener – Cuidar, no salir huyendo.
Mi trabajo en el ETF, el acompañamiento terapéutico a familias, a niños, niñas y adolescentes, me ha permitido constatar a lo largo de todos estos años la presencia de habilidades y recursos que cada cual porta de inicio y que han ido desarrollando para sobrevivir y salir adelante; no se trata de eliminarlos o ignorarlos sino de co-construir partiendo de lo que sí tienen (modelo de potencialidades) y desde ahí generar otros nuevos, desarrollar competencias que les complementen, les aporten, les den seguridad y les ayuden a pertenecer, a crear y crecer, generando contextos más amables y de buen trato.
Seguro que tod@s recordáis la “Casa Terapéutica” de Valentín Escudero y la base fuerte, fortísima que tiene de SEGURIDAD, para sostener-lograr la CONEXIÓN EMOCIONAL y así la IMPLICACIÓN que genera cambios; pues bien, de eso se trata, de seguir poniendo en juego, en la medida de lo posible, las cinco habilidades esenciales en nuestro trabajo: observar para entender, crear seguridad, empatizar/conectar/sintonizar, motivar y dar estructura (armonía, orden).
La mayoría de los y las chicas que acuden al ETF, necesitan conocer las funciones de contacto: mirar, escuchar, tocar, saborear, oler, moverse, expresar sentimientos, ideas, pensamientos, curiosidades, etc. y las educadoras sociales tenemos mucho que decir aquí. Es necesario poner todo nuestro empeño en lograr una Intervención Educativa Terapéutica que parta de evaluaciones completas, de reflexión, de encuadre, del bien hacer y la buena praxis.
Amar lo que hacemos es imprescindible y no suficiente.
Existe una tendencia tradicional que invita a pensar en la infancia como “una preparación para la vida” y nada más lejos de la realidad; las profesionales que trabajamos en el sistema de prevención y protección a la infancia y la adolescencia lo sabemos bien: LA INFANCIA ES VIDA Y LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS SON MIEMBROS ACTIV@S DE ÉSTA.
Cuando sientes que te sienten y sienten que les sientes llega el momento de comenzar a tejer. El proceso terapéutico continua, a veces incluso puede parecer como si poco o nada estuviese pasando; como cuando nos dicen “pero ¿Qué trabajáis si estáis jugando todo el rato?”. Y es que, con infancia, el juego es nuestra herramienta estrella, al menos, mi herramienta estrella y, creedme, en más ocasiones de las que me gustaría «jugar» no es sencillo.
El juego da definición, orden, estrategia, progresión (que no linealidad), nos ayuda a evaluar las necesidades y da, en muchos casos, un buen puñado de nuevas fortalezas; no descubro nada al decir que con el juego nos acercamos a la sensación de «si puedo” (ganar, resolver, protegerme, perder, sostener tensiones, reírme…) y para muchos chicos y chicas sentirla es muy importante.
Para mí es trascendental dejar claro desde el inicio el “creo en ti” y desde ahí y, a sabiendas de que no hay un enfoque único y que cada familia necesita el propio, que no hay una herramienta mágica sino que hay que crearla junto a ellos y que mis normas en sí mismas no son nada (es necesario repensarlas y revisarlas de manera conjunta) de nuevo, me voy al principio: RESPETO, RESPETO Y RESPETO… la gran mayoría de veces trabajamos con víctimas de víctimas y ahí está nuestro gran reto: ser capaz de mirar desde el otro lado y ayudarles a parar la espiral.
Con la población más joven, los dibujos y la fantasía, la narración, la poesía y los títeres, la experimentación a través de los sentidos (meditación, relajación, movimiento corporal), la dramatización y el juego son mis enseres más valiosos y me ayudan a establecer una relación terapéutica significativa.
Y es que, cada día, descubro lo
mucho que aprendo de ellos y de ellas…
Y ellos y ellas, me muestran el mundo con sus ojos.
Aprendemos a tocar la risa, a interesarnos por qué nos pasa o quiénes somos y casi sin darnos cuenta…comenzamos a ocupar nuestro lugar en el mundo.
💜
* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.
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