CONCILIACIÓN, UNA PALABRA QUE SOLO COBRA SENTIDO A ESTE LADO DEL MUNDO Y, DEPENDE…

Conciliación, según la RAE “acción y efecto de conciliar”; Conciliar, “poner de acuerdo a dos o más personas o cosas”; Conciliación familiar, “participación equilibrada entre mujeres y hombres en la vida familiar y en el mercado de trabajo, mediante la reestructuración y reorganización de los sistemas laboral, educativo y de recursos sociales, con el fin de conseguir la igualdad de oportunidades en el empleo, variar los roles y estereotipos tradicionales, y cubrir las necesidades de atención y cuidado a personas dependientes”.

Aquí, a este lado del mundo, estamos en ello. Intentamos que día a día, año a año estos términos cobren sentido. En verano, cuando las vacaciones escolares parecen alargarse hasta niveles imposibles para quienes trabajamos, las familias se empeñan en hacer que funcione; que los y las más pequeñas no pierdan ese espacio seguro y, verano o no, continúen con sus necesidades más básicas cubiertas.

Al otro lado del mundo la cosa cambia. Se me viene a la cabeza Palestina, Sudán, el Congo e incluso Ucrania (a este lado) y entonces, vuelvo a sentir como tiembla mi cuerpo mientras escribo y el mundo se me vuelve frágil y complicado (imposible de, ni siquiera, imaginar).

El verano no es igual para todas las familias y tampoco el invierno. Comienzo a pensar que estamos en una “suerte” de privilegio que no solo no valoramos, sino que a veces olvidamos y con eso no quiero decir que no sigamos luchando por lo que nos falta y sí, que no olvidemos a quienes ni siquiera llegaron a una ínfima parte de lo que aquí disfrutamos.

Pensaba en mi entorno y lo veía claro. Para unas familias, cada descanso laboral viene con un montón de buenas razones para disfrutar, un mogollón de planes y expectativas. Si además tenemos hijos e hijas, llegan también las ganas de encontrar momentos que otros instantes no nos permiten y con ellos, en bastantes ocasiones la frustración, las dificultades para conciliar o los grandes puzles para cuadrar un pequeño periodo juntos, ojalá ese fuera el mayor de los problemas en cualquier parte del mundo.

Para otras al otro lado del mundo, también de mi entorno más cercano, conceptos como “laboral”, “descanso”, “vacaciones” o “conciliación” perdieron el sentido hace tiempo, cuando a alguien o “álguienes” se les ocurrió que podían hacerse con el mundo y manejarlo a su antojo, dejando a su paso cientos de miles, millones de víctimas, de familias rotas, escuelas destruidas, espacios laborales que ya solo son el sueño de algún tiempo mejor, miles de jóvenes que desde su infancia comienzan a soñar con “hacerse mayor para matar a estos “álguienes” que le dejaron sin padre, sin hermanos, sin escuela… triste, muy triste y real.   

Aquí, el verano, es sin duda, una estación difícil en términos de conciliación, en la que lo único que cambia es la rutina de los hijos; con suerte pueden cuadrar un fin de semana en algún parque acuático de la ciudad, lograr una plaza en una escuela de verano pública o, si pueden, enviar a sus hijos con otros familiares. Allí, sobra decir que esto es un lujo del que, por desgracia, ya no tienen que preocuparse.

El mundo está creado para facilitar las cosas a las personas que lo tienen más fácil, ¿paradójico?, sí, y así es.

En esta época las redes están llenas de medidas “maravillosas” de conciliación. Si escribes en el buscador “vacaciones escolares y conciliación” aparecen millones de posibilidades, “aproximadamente 1.830.000 resultados” me ofreció mi última búsqueda. Y se repite año tras año. Poco o nada encontramos sobre el otro lado del mundo.

Aquí, hacer el Tetris pasa por contar con las piezas y poder, al menos, plantearlo y aun cuando la economía, el empleo o contar con una red de apoyo segura, son algunos de los requisitos, no dejan de ser términos que carecen de sentido al otro lado, donde lo único que te planteas cada mañana es poder comer, encontrar un refugio y que al llegar la noche todos hayáis sobrevivido.

Aquí, aunque no siempre podamos acceder a ellos, contamos con campamentos urbanos, abuelos y familiares, alguien que cubra nuestros horarios de trabajo, solicitar (si podemos) periodos sin sueldo o, cuando somos dos, alternarnos para cubrir el largo periodo, que no dejan de ser medidas solo para unas pocas familias a este lado del mundo. Allí lo más parecido a un “campamento” son los refugios, las casas de acogida, ahora atoradas y con cada vez menos recursos por la llegada masiva de familias que lo perdieron todo porque éstos “álguienes” continúan esparciendo el miedo, la desolación y la guerra, mientras se enriquecen con las desdichas de la mayoría.

Y no, no hablo de unos pocos casos… Si pese a la dureza pudiste leer hasta aquí, sabes que son demasiados y que, a este lado del mundo “conviene” no pensar demasiado en ellos, en ellas, porque entonces… la vida se nos desmonta y nuestros problemas serían menos problemas.

A este lado del mundo necesitamos políticas sociales, educativas y de infancia sólidas que cubran las grietas, eso es incuestionable. Al otro lado del mundo, necesitamos que la comunidad internacional nos eche una mano para, en unos años, poder hablar en los mismos términos. Ese es mi sueño.

Y allí y también aquí, no nos olvidemos, están esas otras niñas y niños, que este año tampoco tendrán vacaciones,

Nosotras, las familias de este lado, seguiremos haciendo lo que podamos con lo que tenemos. Al otro lado, nos necesitan y mirar para otro lado no ayuda, ni aquí, ni allí.

¡No tardéis, aprieta demasiado!.

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