
Durante años hemos explotado hasta la saciedad las emociones que nos llevan a estados desagradables como el miedo, la tristeza o la ira y hemos obviado aquellas que producen gozo y bienestar. Quizá era lo que tocaba puesto que nos preocupamos más por aquellos que por éstos estados.
Hoy estoy contenta. Ha sido un día agotador y tendría la excusa perfecta para dar rienda suelta a este “estar cansada” y dejarme llevar. Por lo general, si decidiera esa opción el día se me iría nublando y terminaría a la una de la madrugada arrastrándome a la cama y lamentándome de mi desgracia; y no, hoy supe verme con mi cara más amable.
Me alegré al ver que aún sin demasiada motivación, Juan, de 15 años, acudió a nuestra cita y se fue con una sonrisa brillante y sincera. Fui capaz de mantenerme firme exponiendo la “cara B” de Adela frente a su tutora (creo que conseguí abrir una pequeñita ventana a la esperanza). He finalizado uno de los tres informes que me persiguen durante días y finalmente, de vuelta a casa pude escuchar “Música para Elefantes”, uno de mis programas favoritos de Radio 3.
Sencillamente estoy alegre y me pregunto ¿Por qué no habríamos prestado atención a estas emociones agradables hasta finales del siglo pasado?
Barbara Fredickson abre, casi por vez primera, la puerta al estudio de las emociones más agraciadas con su Modelo de Ampliación y Construcción e identifica diez emociones “positivas”: el gozo, la gratitud, la serenidad, el interés por el mundo, la esperanza, el orgullo, la diversión, la inspiración, el asombro y el amor.
Ya sabéis que no me decanto por encasillar las emociones en positivas o negativas, dado que al clasificarlas de ésta manera restamos significado, sin embargo, la ocasión lo merece, porque ¿Quién puede creer que la ALEGRÍA genere malestar?; pues no es imposible.
Ya en casa, mi familia me esperaba y tras la comida, que aprovechamos para hablar de nuestro día, logramos terminar algunas de las tareas domésticas que, dicho sea de paso, suelen ser pesadas para todos; hoy yo había decidido AGRADECER más que cualquier otro día. Agradecer que podemos compartir momentos, realimentar la esperanza ante los asuntos que no terminan de resolverse, divertirme mientras recogemos el lavavajillas e incluso sentirme orgullosa de mis logros (esto me cuesta especialmente porque mi exigencia puede llegar a ser muy pero que muy dura).
Y claro, entre tanta emoción agradable, lo que me apetece leer y sobre lo que me apetece escribir es, ni más ni menos, que de este estado y entonces, me encuentro con esta frase de Bárbara F. “las emociones positivas abren nuestros corazones y nuestra mente, nos hacen más receptivos y más creativos” y de ahí que a través de ellas podamos desarrollar nuevas competencias, comportamientos diferentes, relaciones novedosas… e incluso cambios en la actividad cognitiva.
Hoy, ahora, estoy alegre y si nos centramos en esta emoción, la ALEGRÍA, ¿te paraste alguna vez a pensar en cuántos sinónimos conocemos?; gozo, regocijo, júbilo, satisfacción, contento o contenta, etc., etc. Sentirla es habitual ante algún acontecimiento que percibimos como positivo ¿y quién no la ha sentido alguna vez?, ojalá hayan sido muchas.
Se han elaborado bastantes clasificaciones sobre ella y por no enrevesar demasiado, las tipología que Paul Ekman y Wallace Friesen describen, pueden ser suficientes para ayudarnos a reconocerlas un pelín más. Ellos hablan de tres tipos: la genuina, la falsa y la cínica, ésta última no es más que una manera de manipulación que puede esconder emociones como la ira, la tristeza o el miedo y que puede llegar a convertirse en un problema para quien la «padece».
Lo cierto es que la alegría aumenta la secreción de adrenalina y endorfinas que pueden reducir nuestro estrés; de hecho, la alegría puede darnos fortaleza, mejorar nuestra autoestima e incluso aumentar nuestro tiempo de vida.
Y entonces, ¿estar alegre es igual que ser feliz?. No, y seguro conocéis la diferencia, aunque en ocasiones utilicemos los términos indistintamente. Mientras la alegría suele expresarse y reconocerse fácilmente a través de gestos e incluso palabras, la felicidad no es tan fácilmente reconocible; la alegría suele ser pasajera y la felicidad permanece en el tiempo, como un estado general en el que nos encontramos, a diferencia de la primera.
Al final del día he recibido una llamada: ¡mi grupo de amigas volvíamos a organizar nuestro viaje anual!!! (paralizado por la COVID). De nuevo, alegría.
A medida que ampliamos el conocimiento de nosotras mismas, conocemos lo que nos permite caminar o lo que nos lleva irremediablemente hacia atrás, lo que nos hace sentir bien y lo que no; cuando agradecemos, somos capaces de promover nuestra alegría; en la medida que la aumentamos damos espacio a la creatividad, al humor, a nuevas habilidades de resolución de conflicto; ampliamos nuestra capacidad empática, en definitiva: nos queremos un poco más.
“La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro”.
Benjamin Franklin
BIBLIOGRAFÍA
- BIZKARRA, K. (2008): Encrucijada emocional. Bilbao: Desclèe de Brouwer
- NEWBY, D y NÚÑEZ, L (2018). Emociones. Un regalo por abrir. EEUU: Editado por Amazon
* Artículo respetuoso con la diversidad. Intento utilizar lenguaje inclusivo y no sexista siempre que me es posible. He decidido minimizar los desdoblamientos y el uso de x, @, / para facilitar su lectura.